El virus ama el bullicio de la gente, ahí se siente como en casa aunque nadie sepa el porqué de su nombre.
Los gruesos muros de las casas no tiene grietas por donde pueda colarse su zumbido y no consigue expandirse en las calles desiertas.
Nadie sabe como se llama, como tampoco se sabe por qué le llaman coronavirus o porque te dan paracetamol para curartelo, como tampoco nadie sabe por qué se le llama diomorfina al caballo o heroína, o como se llame ese compuesto químico del que sólo se sabe que es frío hasta matarte.
Siempre sentí como que nos acechara como si caminara hacia nosotros.
En la boda de aquella pareja… — ¿Fuiste a Aquella bodaLucio?, ¿De verdad estuviste allí?— .Sí , yo estuve allí… fui por casualidad y me contagie como la mitad de los invitados de aquella boda. Fue el principio del fin de aquella pareja.
Me dejó tarado o como quieras. Pero no acabó conmigo.
Dicen que Dios juega a los dados, por eso yo me salvé, pero con los invitados a la boda fue acabando poco a poco.
Ya te dije que me daba un mal presentimiento que precipitasen aquella boda cuando el murmullo del virus invitaba a quedarse en casa.
Ha muerto la libertad y el confinamiento se abren camino, dicen los expertos. El amor ya no existe y los jugadores juegan sin esperanza, ¡Así es la voluntad de Dios!; Me lo dijo dijo El Santo Padre.
La Santísima Trinidad no ofrece curación en el santuario de los hospitales.
Creo sentir todavía el golpe pausado de mi respiración; los estertores, y aquellos gemidos con los que mi compañera de habitación me arrullaba el sueño, en aquel hospital carente de los mediso que podían mantenernos con vida…
Creo que sentí pena al oir su ultimo estertor cuando el virus la venció, pero paso de largo a través mío.
Esa noche de Marzo, cuando la hierba empieza a florecer no volvió… el viento oscuro de la noche se la llevó.
Me acuerdo que fue en aquella época cuando comenzó todo. Mi madre también murió entonces. Nadie consiguió explicarnos que fue decisión divina.
Nadie se paró ni volvió a casa de quellos novios después de la boda por miedo a agarrar el virus.
Le dije que aplazara la boda pero el no quiso entender.
Vivieron solos en aquella casa sin contacto con el exterior durmiendo en la misma cama solos ante el mundo. Aquella desdicha se convirtió en su penitencia
«La luz era infinita». Yo la vi en aquella noche en el hospital. De no haber vivido aquella experiencia quién me aseguraría que no me hubiera muerto. Porque poco después de aquello volvía a la vida
No somos afortunados en este sitio a pesar de no haberme matado no encontraremos alivio. Algunos de tantos sí que encontraron su alivio.